INTRODUCCIÓN
En el budismo, los cantos son fundamentalmente una expresión de la fe en el Buda, el Dharma y la Sangha, los Tres Tesoros o Tres Joyas. Su manifestación no acostumbra a realizarse aislada sino que suelen manifestarse como acompañamiento de una práctica budista, sea una meditación, sea una ceremonia concreta, y las distintas escuelas budistas hacen uso de los cantos en ocasiones y por motivos diversos.
Dice la tradición que los cantos ya proceden del origen mismo del budismo. Se dice que el Buda ya censuraba a sus monjes por el uso excesivo de cantos relegando la gran práctica que establece el Óctuple Camino: la meditación. También se dice que a la muerte y parinirvana del Buda, sus discípulos, reunidos en el Primer Concilio Budista, se mostraron muy afligidos porqué ya no recibirían sus enseñanzas y las olvidarían. No obstante, Ananda, uno de sus grandes discípulos, hizo gala de su portentosa memoria y las recitó todas, sirviendo de base para su escrituración en lo que hoy día son los sutras que integran el Tipitaka.
Los cantos budistas los podríamos clasificar en tres grandes grupos: los cantos de los sutras procedentes del Sutta Pitaka (Cesto de los Sutras), la antigua tradición que siguen básicamente los budistas Theravada, y que hablan de las enseñanzas del Buda; los cantos de sutras "nuevos", es decir enseñanzas, escritos o poemas de nuevos maestros, práctica que siguen fundamentalmente los budistas Mahayana (Zen, Tiantai, budismo tibetano, Tierra Pura, Shingón, Nichirén, etc.); y los cantos de exorcismo, como los mantras, los gathas y los dharanis.
Las distintas escuelas búdicas no son compartimentos estancos, todas hacen uso de todo en un momento dado, aunque algunas tengan más preferencia por una linea u otra. El budismo tibetano, por ejemplo, es famoso por sus mantras, pero no son los únicos sino que están muy presentes en todo el budismo Vajrayana, tanto el chino como el japonés, y también en el Theravada. Otro ejemplo: el Zen, que tiene el Sutra del Corazón prácticamente como su principal himno (aunque lo es de toda la corriente Mahayana), hace uso de dharanis, que vendrían a ser como unos mantras largos, algunos de pleno contenido esotérico como ahuyentadores del mal.
Las escuelas que tienen sus orígenes más cercanos a la cultura india (budismo tibetano, Theravada), suelen iniciar sus ceremonias con un saludo al Buda y la fórmula de Toma de Refugio. Algunas escuelas sólo emplean el canto de Toma de Refugio para determinadas ceremonias especiales, como pueda ser una toma de refugio de laicos o una ordenación de monjes o monjas. No obstante, hay una constante en todas las escuelas: todas tienen fórmulas de Dedicación de Méritos, que pueden ser por si y también pueden ser transferidos a los demás seres con objeto de que todos alcancemos el gran Despertar.
Otra particularidad lo representan el canto de mantras, herencia de la antigua religión védica de la India: son fórmulas de exorcismo para atajar los males, potenciar el bien o proteger en la adversidad. Son fórmulas mágicas, algunas carentes de sentido o de traducción coherente (como Om mani padme hum, "Om la joya en el loto hum"), pero cuya fuerza reside en la sonoridad de sus sílabas. Dice la tradición védica que nuestro mundo se engendró gracias al sonido primigenio: OM. Asímismo, el budismo Vajrayana hace uso de la escritura de las sílabas de los mantras como medio de meditación o directamente como talismanes. Y también, en el Theravada podemos hallar gathas con sus sílabas transferidas a un yantra, también con poderes mágicos.
Así mismo, tanto los mantras como los gathas también son considerados en el budismo tibetano y en el Theravada como un medio hábil, es decir una práctica de ayuda a la meditación. Su uso previo a la meditación sería shámatha, la concentración, paso necesario para la entrada en vipassana o estado de meditación. En el Zen, en cambio, eso es refutado por considerar que la práctica del dhyana (Zen) es en sí mismo shámata, vipassana y no movimiento (permanecer sentado), todo a la vez, en plena interpenetración.
Sea como sea, el canto de los sutras tras la meditación que efctuamos en el Zen no deja de ser una prolongación de la misma meditación. El paso "amable", en lenguaje de hoy día, de un estado de gran concentración a la vorágine de la vida cotidiana. También es en cierta manera un medio hábil, verdad?
Cada día, los monjes examinan minuciosamente la Ley
y cantan sin cesar complicados sutras.
Antes que eso, sin embargo, deberían aprender
a leer las cartas de amor que mandan el viento y la lluvia, la nieve y la luna.
Ikkyu Sojūn
Josep Manuel So-Sen Campillo
monje budista Zen
presidente de la Asociación Nalanda de Barcelona